Por Fernando Cruz Cantoral
Revivir el compromiso de las instituciones públicas con estrategias contundentes harán que confirmen el liderazgo de quien está en el cargo, su estructura de inclusión forma cimientos que fortalecen los tejidos sociales entre los poderes que emanan de la voluntad popular.
La simulación institucional genera retrocesos en la aceptación social. Solo falta analizar de manera minuciosa a la delegación federal en nuestro territorio para tener de muestra el botón de la corrupción y nepotismo.
El bios de la política, es decir, quien se encarga de generar el análisis estricto para su buen funcionamiento, se atora cada vez qué pasa lista para hablar de transparencia y rendición de cuentas, como consecuencia las estructuras institucionales con el paso del tiempo generan falta de credibilidad, autonomía y autenticidad.
Se convierten en complejos los retos para generar en la conciencia colectiva confianza, en caso de no resolver las denuncias que exigen justicia, pronta y expedita.
La falta de interés produce un corto circuito; generado por la embriaguez del poder, un virus que ocasiona múltiples consecuencias y atroces para la realidad social. El camino de la reconciliación debe reconocer la adición a la ocurrencia, partir de la realidad social, construyendo una sociedad participativa y crítica, para el fortalecimiento de nuestras instituciones públicas, que son el recurso natural de la ciudadanía, es una brillante creación de la soberanía que parte del principio del crecimiento y desarrollo social.
Trazar el sendero de la justicia, de la democracia y el servicio público, es un derecho institucional y una obligación constitucional.