El bailarín, coreógrafo y maestro recibió un homenaje en el Palacio de Bellas Artes
Agencia Excélsior
Papá Bernardo transmitía historias, juegos y canciones, transmitía amor. Por eso, este homenaje no sólo es al maestro, al bailarín y al coreógrafo, sino también al padre, al abuelo, al tío, al compañero, al amigo. Él seguirá vivo en cada obra, en cada bailarín”, comentó Joan Alexander, hijo de Bernardo Benítez (1943-2022).
El creador recién galardonado con el Premio Nacional de Danza Contemporánea José Limón, quien murió el pasado 14 de diciembre, recibió ayer un homenaje póstumo, sin cuerpo ni cenizas presentes, en el Palacio de Bellas Artes, que convocó a sus familiares, alumnos, amigos y compañeros de trabajo.
Oriundo de Michoacán, tercero de 11 hermanos, autor de unas 160 coreografías y dador de unas 16 mil clases, Benítez transitó del teatro a la danza, disciplina en la que encontró su verdadera vocación, guiado por coreógrafos como Raúl Flores Canelo y Gladiola Orozco.
Fue un gran renovador del lenguaje dancístico”, comentó Lucina Jiménez, directora del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, quien abrió la ceremonia, que se tornó cálida y llena de aplausos y lágrimas.
Benítez desafío las teorías que señalan que quien no inicia de manera temprana en la danza no tiene futuro. Las desafió de una manera disciplinada, contundente, encontrando los trayectos que le hicieron posible renovar el lenguaje coreográfico y también construir sus propios espacios dancísticos, sembrar semilla en diferentes escuelas”.
El director y coreógrafo Duane Cochran compartió su formación con Benítez. “No tienen idea cómo bailábamos, cómo nos hacía volar en el espacio, era algo muy especial. Fue mi único maestro de danza, sigue siendo y será siempre el gran maestro”.