martes, noviembre 26, 2024

Antonio Luquín, memoria de una urbe en decadencia

En Cinderella City, muestra que explora temas como la erosión, el desierto y la ruina, el artista mexicano expondrá una selección de obra que abarca más de tres décadas

Agencia Excélsior

La degradación, la ruina y los paisajes distópicos son algunos de los temas que explora Antonio Luquín (Guadalajara, 1959) en la muestra Cinderella City (Ciudad Cenicienta), que será inaugurada el miércoles 10 de abril, a las 19:30 horas, en la Fundación Sebastian, con 45 pinturas de mediano y gran formato.

“Esto de Ciudad Cenicienta es porque no sólo vivimos debajo de los caprichos del volcán y de las erupciones continuas en el Valle de México, sino porque también vivimos en un periodo histórico del país en el que las cenizas se han diversificado, en el sentido de que hay muchos muertos”, dice el artista en entrevista con Excélsior.

Y agrega: “No es propiamente una exposición antológica, pero tiene un toque de nostalgia, ya que en los cuadros de los años 90, que es cuando inicié a pintar, ya se ve la continuidad temática y, al mismo tiempo, el desarrollo del oficio en el pintor”.

Entre las piezas que serán expuestas, detalla, “podrás ver un cuadro sui generis que hice en 1990, que se llama El vanidoso, en el que podrás apreciar la torpeza del artista con el pincel, pero también el ímpetu, la fuerza y el tema de la degradación”.

¿El título de la muestra alude también a una crítica a los cuentos de hadas?, se le pregunta al artista.

“Por supuesto, tiene resonancias de los estudios Disney para toda una generación, así que el título fue elegido por la capacidad que tiene esta palabra de abrir caminos e interpretaciones que no sean unívocos.

“Habrá un niño que piense en una película de Disney, pero un geólogo pensará en el volcán, y así con otros ángulos e interpretaciones”, añade.

¿Qué representa para usted? “Para mí, es el desierto de la gente y de las almas, es decir, no sólo el desierto de la Ciudad de México, que está sobre el lecho desecado del Lago de Texcoco.

“Y esto implica que en esta ciudad se puede experimentar, al mismo tiempo, una gran alegría y una enorme soledad”, explica.

¿Por qué le ha interesado el desierto como tema de exploración? El desierto es una constante en mi trabajo, pero no sólo como espacio donde falta el agua, sino como ese lugar de soledad, reflexión y silencio, es un silencio introspectivo.

“Pero el desierto es también ese lugar bíblico  y apartado donde puedes tomar distancia y repensar lo que estás haciendo”, asevera el creador que a menudo se inspira en el romanticismo alemán.

¿Por qué el tema de la ruina es otro elemento que usualmente representa? “Las ruinas son, en el caso de Luquín, lo que quedó de las grandes expectativas de una ciudad que en algún momento se imaginó la más orgullosa de las creaciones y todo eso está permeando en Cinderella City.

“También aporto una interpretación de la actualidad política, me detengo en los cementerios de aviones, las ciudades vacías, los aviones desguanzándose, en los barcos flotando y en algunos elementos de mi biografía personal”, asegura.

¿Por qué en su narrativa la ciudad es representada como un cementerio? “Es el cementerio de los proyectos que somos, de las cosas que iniciaron y quedaron inacabadas, de los anhelos incumplidos, y todo eso es el material básico del artista”.

Comenta que en esta revisión incluirá la pintura La paz es el reino de los muertos, que pertenece a la colección Sebastian.

Se trata de un cuadro en el que se observa el Valle de México desde los alrededores del Ajusco, donde aparece una iglesia y un cementerio de aviones.

Y también se expone la pieza Funerales para un tiempo perdido, un camposanto que alude al concepto de lo mexicano.

“El título de la pintura te está dando la clave, porque en muchos aspectos siento que en los últimos años hemos atravesado un tiempo perdido en varios sentidos.

“Por eso decidí poner la bandera, porque las expectativas que se tenían eran enormes y creo que no se han cumplido en general. Así que puse la bandera encima de esa cruz, donde las esculturas que la rodean le están dando el pésame”, señala.

Por último, Luquín detalla que para esta exposición decidió no solicitar un texto de sala actualizado, sino recuperar un apunte elaborado por el crítico Marcelino Perelló, quien fuera colaborador de Excélsior.

El apunte, intitulado Luquín o el vértigo, advierte que “una tela de Luquín no se mira ni se contempla. Se enfrenta”.

Lo define a medio camino entre la plástica y la literatura y asegura que su obra es un relato donde los personajes siempre aparecen de paso.

Por último, refiere sus influencias: “Luquín abreva en numerosos manantiales, desde los pre-rafaelitas a los hiperrealistas, de los comics europeos a los videoclips. Pero también en los mundos impalpables y opresivos de Beckett, Kafka o Buzzati”.