La danza en la UNAM ha ido perdiendo su fuerza ante un amateurismo rampante.
Agencia Excélsior
Se abre una rendija de luz o, como acostumbran decir los políticos, “una ventana de oportunidad” en la UNAM. La salida de Evoé Sotelo y el arribo de Claudia Lavista a la Dirección de Danza significa posibilitar una visión más dinámica y experimentada en el terreno de las artes escénicas.
Fundadora de la compañía Delfos Danza Contemporánea y de la Escuela Profesional de Danza de Mazatlán, Lavista ha venido empujando desde hace tiempo iniciativas de intercambio, gestión y diseño de estrategias culturales en torno no sólo a la danza contemporánea, sino en proyectos transversales vinculados con la música, la ópera y el video.
Pero, no obstante, su talento y energía proactiva, tendrá que enfrentar múltiples obstáculos para lograr que la danza universitaria se revitalice y el público regrese a las funciones en la Sala Miguel Covarrubias que, en ocasiones, durante la anterior gestión, lucía como un páramo. Recuperar al Taller Coreográfico de la UNAM de la abulia, rescatar la obra de Gloria Contreras como patrimonio universitario y abrir la puerta a creadores de la primera fuerza es prioridad.
Buscar los espacios propicios para las nuevas generaciones de creadores, no sólo de danza contemporánea, sino de folclor y flamenco, baile popular, etcétera, y revalorar los Talleres de Danza –Lavista dictó clases ahí– para que sean espacios que disparen el gusto y la práctica de la danza académica en todos sus géneros; y no olvidar que de ahí han salido artistas que ahora tienen talla internacional. Pero, sobre todo, volver los ojos a los universitarios y procurar objetivos y metas inclusivas para ellos.
Frente al éxito que tienen las funciones teatrales con temporadas muy concurridas y puestas en escena que van desde lo más ortodoxo a lo más experimental, la danza en la UNAM ha ido perdiendo su fuerza ante un amateurismo rampante. Múltiples profesionales nacionales fueron excluidos; por falta de presupuesto, en algunos casos, pero en otros por la falta de criterios para elegir la excelencia por encima de una falsa y absurda “democratización e inclusión”.
La danza profesional debe ser la plataforma de los foros universitarios y dejar los espacios experimentales para aquellos que vienen abriendo paso. Todo se puede.