La ganadora del Premio Nacional de Artes y Literatura 2022, Selma Ancira, publica su más reciente libro, El tiempo de la mariposa, una epopeya poética de su oficio
Agencia Excélsior
La escritora y traductora literaria Selma Ancira, Premio Nacional de Artes y Literatura en el campo de Lingüística y Literatura (2022), publica su más reciente libro El tiempo de la mariposa, un acercamiento al oficio y a sus secretos.
Publicado por la editorial Gris Tormenta, el libro es una epopeya poética de lo que implica llevar palabras de una lengua a otra, un viaje detectivesco en pos de significados, lugares, sabores y de la personalidad de esos autores que complementan su identidad.
Debe ser una característica mía, porque me mimetizo con el autor que estoy traduciendo en el momento. Entonces, mi sensibilidad se afina, mi pensamiento se afina, todo se afina con el autor que estoy traduciendo conforme me adentro en su universo”, dice en entrevista con Excélsior.
Y agrega: “Me ha pasado en infinidad de ocasiones, con Marina Tsvietáieva y con Lev Tolstói, pero eso no quiere decir que me nulifique como persona. Eso es claro. Pero sí quiere decir —y lo pongo al final del libro—, que soy como la suma de todos esos autores que me han ido modelando”, explica.
¿Cómo describiría esa relación?, se le pregunta a la también ganadora del Premio de Traducción Literaria Tomás Segovia 2012.
En mi carácter actual y en mi manera de enfrentarme a la vida hay Tolstói, hay María Iordanidu, hay (Nikos) Kazantzakis y (Yannis) Ritsos, hay todos estos autores que han hecho de mí lo que soy, pero repito: no es que me nulifiquen, sino que mis autores me enriquecen”.
En su libro, Ancira se define como “una funambulista que camina por la cuerda floja”, quien lucha por mantener el equilibrio entre el lector y respetar el espíritu de la obra.
La parte más delicada del trabajo es conservar ese frágil equilibrio entre atraer al lector y respetar el espíritu del texto y al autor, porque, si yo tradujera los textos como lo hace Google, tú el libro lo tiras al tercer párrafo, porque estaría privado de lo que Federico García Lorca llamaba ‘el duende’, estaría privado de espíritu y de alma”.
¿Y qué ocurre cuando la funambulista cae?
Cuando caes, te levantas y recuperas el equilibrio, y eso lo haces en alguna de las distintas revisiones que se van haciendo del texto a lo largo de la traducción.
Yo no traduzco y entrego. Entonces, es otra vez intentar ponerte en esa cuerda floja y conseguir ese equilibrio para que el texto, creo que lo digo en el libro, no sea una calca, sino una obra de arte, una obra literaria.
En El tiempo de la mariposa, Ancira relata su encuentro con algunos personajes y lugares que hicieron de Zorba el griego, de Kazantzakis, un episodio mágico al hallar distintos personajes y lugares similares a los de la novela.
Todo eso me da a mí lo que un carpintero tiene con los clavos y el martillo: los instrumentos de trabajo para crear una obra literaria. Ya han sido más de cuatro décadas de trabajo y más de 100 libros traducidos y me gustan todos esos viajes, las lecturas y las traducciones”, acepta.
¿Su libro nos acerca a las entrañas del oficio? “De eso se trataba un poquito, de crear conciencia y de mostrar qué hay detrás de un libro traducido.
Porque muchas veces la gente no sabe lo que implica. ¿Cuántas veces, tú lo sabes, se saltan al traductor en las críticas literarias o en las notas periodísticas. Incluso, he llegado a leer: ‘La editorial fulanita traduce a tal autor’. Pero no, señor, no es la editorial quien traduce, sino un traductor con un trabajo ingente”.
¿Qué piensa del español que se utiliza en X (antes Twitter)? “Pienso que tengo un trabajo todavía muy grande por hacer. A mí me gustaría que la lengua evolucione, pero que lo haga con sentido.
Por eso es tan importante para mí, en mis traducciones, recuperar palabras y dar vida a nuevas palabras, por ejemplo, en el caso de los neologismos”, comenta.
Pero todo ese amor por la lengua española, dice, llegó desde su infancia.
Mi papá (el actor Carlos Ancira) decía que el teatro era la escuela del idioma. Yo crecí en los teatros, en los escenarios y en los camerinos, en donde se cultivaba la lengua. Para mí, la lengua siempre ha sido un templo, porque en mi casa hablar mal era impensable.
Yo creo que eso lo llevo muy adentro. Para mí, la lengua, no sé si la venero, pero la respeto y la quiero”, confiesa.
UN ESLABÓN QUE FACILITA EL ACCESO
Aunque la realidad del traductor literario ha cambiado en los últimos 10 años, Selma Ancira lamenta que algunas editoriales comerciales se nieguen a poner el crédito de la traducción en la portada.
Creo que el panorama sí ha cambiado y tan es así que, en este momento, hay librerías con estantes dedicados a los traductores… Yo creo que eso es un avance muy grande.
Ademas, sí se ha creado una conciencia de lo que hacemos los traductores, que siempre estamos en segundo plano y es normal, porque el texto original ya es del autor, pero sí se ha creado conciencia”.
¿Qué le diría a las editoriales que niegan el crédito en portada a sus traductores?, se le pregunta. “A las editoriales comerciales les diría que sin el traductor no podrían publicar esos libros que publican y que somos un eslabón sin el cual ellos no podrían publicar”.
Finalmente, Ancira detalla que trabaja en la traducción de la trilogía autobiográfica de Tolstói y, posteriormente, abordará un libro inédito de Kazantzakis, que publicará con la editorial Acantilado.
-Juan Carlos Talavera