Por Doctorando Julio César Cué Busto
(Segunda y última parte)
III. ¿Quiénes más participarían en apoyo del Congreso Constituyente?: R= De manera fundamental, todas las instituciones universitarias nacionales (facultades y escuelas de derecho); de forma preponderante, los expertos en técnica legislativa y jurisconsultos reconocidos; así como el acervo de juristas constitucionalistas prestigiados con los que cuenta el país.
- ¿Cuándo se deben iniciar los trabajos?:R= De inmediato, proponiendo un reparto equitativo de las tareas a desarrollar, con su respectiva programación de tiempos.
- ¿Qué sería lo más relevante de estos trabajos?:R= Lograr una Constitución Política moderna, funcional y acorde con la realidad, que se contraponga a las resistencias de un sistema político mexicano ya caduco, con una corrupción generalizada, partidos políticos con un descrédito histórico, un Congreso ineficaz, una justicia desgastada y disfuncional, una desigualdad y pobreza considerables y una violencia del crimen organizado nunca antes vista.
Los problemas que aún se padecen en México reducen la efectividad de la perseverante labor de la Cuarta Transformación. Aunque todavía existen malas prácticas gubernamentales, que fueron el principal legado del antiguo régimen, estas se han ido reduciendo poco a poco. Esta tarea disminuye las fallas estructurales y agiliza el desarrollo del país; sin embargo, sigue evidenciando la falta de una nueva Constitución Política para México.
El expresidente Lic. Andrés Manuel López Obrador siempre argumentó que el antiguo régimen fue un sistema putrefacto que se niega a morir y que el aparato burocrático heredado era como un elefante reumático que dificultaba las tareas de gobierno para el desarrollo de la Cuarta Transformación.
En la etapa del segundo piso, el aparato burocrático perfeccionado por el PRIAN (alianza PRI y PAN) se ha ido debilitando paulatinamente. Aunque en ocasiones pareciera que el cambio toma más velocidad y los avances son más significativos, los cambios normativos son los más complejos, ya que requieren un esfuerzo mayor, como será el caso de concretar un nuevo pacto social representado en una nueva Constitución Política para el país.
Una ley fundamental debe contener principios y valores, los derechos fundamentales protegidos, la organización de los poderes del Estado, los principios básicos de la división de poderes y las reglas mínimas que las autoridades deben cumplir conforme a la Constitución. Pero, sobre todo, debe incluir mecanismos efectivos para la defensa de la norma constitucional.
Un factor imprescindible es que la Carta Magna represente la voluntad del pueblo, retomando el legado de José María Morelos y Pavón: debe contener los Sentimientos de la Nación, entendidos como el alma y espíritu del país.
Si todas las «fuerzas vivas» participan en su elaboración, podría programarse en cuatro etapas:
- Nivel municipal: Inicio de trabajos con diagnósticos y propuestas locales.
- Participación de las entidades federativas: Identificación de problemas regionales y análisis del funcionamiento del federalismo mexicano.
- Etapa de confrontación: Cotejo comparativo entre las necesidades actuales y las estructuras caducas de la Constitución de 1917, con el objetivo de concretar un proyecto inicial de Ley Suprema que se envíe al Congreso de la Unión para su análisis y consideraciones.
- Consulta popular: Someter el texto aprobado por ambas cámaras a un referéndum nacional para ratificar la reforma integral de la Constitución.
La labor sería titánica, pero digna del esfuerzo, pues representaría un nuevo pacto social para el país y la oportunidad de reconciliar sectores de la sociedad cuyas desavenencias parecen hoy irreconciliables.
Gianfranco Pasquino, en su obra La democracia exigente, sostiene que «se tiene la impresión de que el objetivo propuesto por los diversos autores para los regímenes democráticos es el de una democratización incesante, integral, infinita de todas las organizaciones y de todas las asociaciones existentes dentro de un régimen democrático».
La democracia de hoy debe ser sometida a un análisis generacional. Los problemas de un país cambian, y no podemos seguir siendo gobernados por la herencia dogmática revolucionaria o posrevolucionaria. Los tiempos cambian, y las reglas también deben cambiar.
Se necesita un nuevo pacto social en México, una Constitución Política que represente a todos los mexicanos sin distinción, una Carta Magna que encarne la esperanza de una vida mejor, no es otra cosa que el fin último de toda convivencia social: la felicidad de sus integrantes.