Lo que más llamó la atención de los espectadores no fue el premio, sino la apariencia frágil de Mercury, quien hasta ese momento se había mantenido alejado de los reflectores
Agencia Excélsior
El 18 de febrero de 1990, Freddie Mercury hizo su última aparición pública en los Brit Awards, acompañado por Brian May. Su frágil apariencia avivó los rumores sobre su salud, pero él mantuvo su vida privada en total hermetismo. No fue hasta el 23 de noviembre de 1991 que confirmó públicamente que tenía sida, falleciendo al día siguiente. A pesar de su partida, su legado sigue más vivo que nunca: Queen continúa sonando, su historia inspiró la película Bohemian Rhapsody y su impacto en la música sigue vigente. A 35 años de aquel momento, Freddie Mercury sigue siendo una leyenda inmortal.
Hoy, 18 de febrero de 2025, se cumplen 35 años desde la última aparición pública de Freddie Mercury, el legendario líder de Queen. Fue en la gala de los Brit Awards de 1990, cuando el cantante, visiblemente más delgado y con semblante serio, subió al escenario junto a su inseparable compañero de banda, Brian May, para recibir el premio Outstanding Contribution to Music (Contribución Sobresaliente a la Música). Aunque no pronunció ninguna palabra, su presencia fue suficiente para emocionar a los asistentes y a los millones de fanáticos que lo seguían en todo el mundo.
Aquella noche en el Dominion Theatre de Londres, la atmósfera estaba cargada de emoción. Queen, una de las bandas más influyentes de todos los tiempos, era reconocida por su impacto en la industria musical. Pero lo que más llamó la atención de los espectadores no fue el premio, sino la apariencia frágil de Mercury, quien hasta ese momento se había mantenido alejado de los reflectores.
Los rumores sobre su estado de salud ya circulaban con fuerza. Desde finales de los años 80, los tabloides británicos especulaban sobre su posible enfermedad. Mercury, siempre celoso de su vida privada, se negó a confirmar o desmentir las especulaciones. Sus últimos años estuvieron marcados por una vida más resguardada en su mansión Garden Lodge, en Kensington, donde solo un círculo cercano de amigos y compañeros de banda conocían la verdad sobre su estado.
No sería hasta el 23 de noviembre de 1991 que el propio cantante confirmaría, a través de un comunicado oficial, que padecía sida. La noticia sacudió al mundo, pero lo más devastador llegaría al día siguiente, cuando Mercury falleció a los 45 años, víctima de una bronconeumonía derivada de la enfermedad. La conmoción fue inmediata: el ícono de la música, el genio de la extravagancia y el showman inigualable había partido, dejando un vacío imposible de llenar.
Su legado, sin embargo, sigue más vivo que nunca. Queen sigue sonando en todas partes, sus canciones han trascendido generaciones y su impacto en la industria musical es innegable. Desde «Bohemian Rhapsody» hasta «We Are the Champions», su voz única sigue siendo un símbolo de grandeza, pasión y libertad artística. En 2018, la película Bohemian Rhapsody reavivó el fervor por su historia, convirtiéndose en un fenómeno global y reafirmando su influencia en la cultura popular.
Las nuevas generaciones han descubierto en Freddie un artista irrepetible, capaz de romper esquemas y redefinir lo que significa ser una estrella de rock. Su carisma, su talento y su osadía lo convirtieron en una leyenda. La comunidad LGBTQ+ lo ha reivindicado como un ícono de lucha y representación, mientras que los amantes de la música siguen asombrándose con su capacidad vocal y su dominio escénico.
A 35 años de aquella última aparición, Freddie Mercury sigue siendo inmortal. Sus letras, su energía y su esencia siguen presentes, recordándonos que la música, cuando es auténtica y apasionada, nunca muere. Y es que, como él mismo dijo una vez: «I won’t be a rock star. I will be a legend» (No seré una estrella de rock. Seré una leyenda). Y vaya que lo logró.
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