sábado, febrero 22, 2025

Migración y narco socavan a indígenas en la frontera; mantienen lucha

Tradiciones milenarias y recursos naturales de pueblos originarios son trastocados en la frontera que divide a México y EU

Agencia Excélsior

Así como los ecosistemas en más de 3 mil 152 kilómetros de frontera entre México y Estados Unidos subsisten a pesar del impacto de las políticas migratorias y los muros, la cosmovisión de los pueblos originarios fue concebida antes que las leyes y los obstáculos en la línea internacional, sin embargo, los usos y costumbres han sido trastocados por la migración ilegal y el narcotráfico, debido a la privilegiada ubicación geográfica del territorio que ancestralmente habitan estas tribus binacionales.

Los pueblos originarios binacionales con mayor presencia en ambos lados de la frontera son las tribus yumanas como los cucapá, halyik-wamai, alakwisa, kohuana, kamia, yuma, halchidhoma y mojaves, asentadas principalmente en California y Arizona, en Estados Unidos, y Sonora y Baja California, en México.

Pero también en Sonora están los tohono o’odham (Pueblo del Desierto), mal llamados pápagos, que es un término despectivo que significa frijolero; así como los yaquis, quienes de acuerdo con el profesor e investigador Alejandro Aguilar Zeleny, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), los yoremes de Sonora se ganaron el reconocimiento como tribu binacional al luchar junto al Ejército estadunidense en la Guerra de Corea.

El especialista lamentó que en todos estos pueblos originarios binacionales, al igual que en los del resto de México, está presente la injerencia, los intereses y el azote de los grupos delincuenciales afectando a los indígenas; pero también explicó cómo las políticas migratorias y la construcción del muro fronterizo han afectado las tradiciones y los recursos naturales en territorios étnicos.

El antropólogo Aguilar Zeleny recordó que el pueblo indígena que representó mayor oposición durante el primer mandato de Donald Trump fueron los tohono o’odham, quienes cohabitan entre Sonora y Arizona, y en Estados Unidos tienen toda una organización como nación indígena con chairman, vicechairman, agencias de seguridad, promotores de su cultura y funcionarios especializados en la conservación de su lenguaje, usos y costumbres.

Los o’odham, desde el primer gobierno de Trump estuvieron en riesgo, su organización y su trabajo colectivo, por el establecimiento de un nuevo muro fronterizo más alto y tecnificado en su territorio, para ellos el desierto es algo libre, que debe estar abierto y fluir, para la preservación ecológica de especies de flora y fauna.

Cuando el gobierno de EU empezó a hacer el muro en Sonoyta se utilizó agua de la laguna ancestral de Quitobaquito, ubicada junto a la línea fronteriza, donde hay especies endémicas y de ese oasis en el desierto dependen los indígenas y los animales para no morir de sed; el agua fue utilizada para fraguar el concreto de los cimientos del muro fronterizo”, recordó el especialista.

El maestro Aguilar Zeleny, del INAH, explicó que hasta hace unas semanas, cuando una reservación india en Estados Unidos quería realizar jornadas de intercambio cultural con otros pueblos de México, Sudamérica u otra parte del mundo como Asia y África, las autoridades tradicionales mandaban un oficio a la Patrulla Fronteriza para explicar que vendrían indígenas de otras partes del mundo a visitarlos y que era necesario que estuvieran unos días en el país, solicitudes que siempre eran aprobadas.

Todo eso ya ha cambiado con las nuevas órdenes ejecutivas que firmó el presidente Trump, incluso ahora a los indígenas nativos estadunidenses, el gobierno de EU les quiere negar el reconocimiento como norteamericanos, hasta el momento no sabemos los investigadores, antropólogos e historiadores cómo podremos retomar estas reuniones tan importante para el intercambio cultural, de programas y estrategias para la preservación de tradiciones, lenguaje, usos y costumbres”.

Una de las tradiciones que ya ha sido coartada por la presidencia de Trump es la tradicional peregrinación de la sal de los tohono o’odham, un rito en el que participan los adolescentes y que simboliza su madurez y el paso para ser considerados hombres de la tribu, que consistía en caminar cientos de kilómetros desde Arizona hacia una salina sagrada en Sonora, esta ceremonia es limitada por el muro fronterizo, pero también ha sido impactado por los criminales mexicanos que están explotando la salina sagrada en la costa del mar de Cortés.

PELEAN POR SUS TIERRAS, USOS Y COSTUMBRES

Entre Sonora, Arizona y California, en Estados Unidos, el territorio de los pueblos originarios está justo sobre las rutas del narcotráfico y también por donde está ocurriendo la migración ilegal, por lo que es común el enfrentamiento entre guardias tradicionales indígenas y grupos de sicarios que los superan en capacidad de fuego al tener arsenales más numerosos, modernos y mortíferos.

Además de la violencia criminal, los pueblos originarios también han sido alcanzados por la violencia de género, como el pasado enero, cuando un sujeto en un aparente intento de robo perpetró el feminicidio de la gobernadora de la tribu binacional cucapá, Aronia Wilson Tambo, cuyo asesino intentó borrar las huellas del atroz crimen incinerando la casa con el cuerpo de la víctima en su interior.

Además, la región donde habitan los tohono o’odham fue el escenario de la crisis de migraciones ilegal más reciente, en diciembre de 2023 y principios de 2024, cuando los grupos dedicados a la trata y el tráfico de personas aprovecharon la región entre Yuna y Sonoyta para cruzar diariamente a miles de migrantes provenientes del interior de México, Sudamérica, África y Asia, un flujo tan grande que obligó a la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza a cerrar la garita de Lukeville, generando pérdidas millonarias para la actividad turística en el noroeste de México.

Por el mismo territorio de los tohono o’odham y los pueblos yumanos también ocurre el trasiego de las especies marinas que son extraídas en el alto golfo de California como el buche del pez Totoaba, considerado como la cocaína del mar y que deja ganancias millonarias a cárteles mexicanos, mafias asiáticas y que generó sanciones económicas a los pescadores y procesadores legales de productos del mar por parte de las autoridades estadunidenses.

Una de las muestras más claras del azote de la delincuencia organizada a las tradiciones de los pueblos originarios que habitan en la frontera entre Sonora y Arizona ocurrió en agosto de 2024, cuando las Jornadas de Paz y Dignidad, una carrera que organizan los pueblos indígenas de América, para cruzar con relevos todo el continente, fueron obligados por células criminales a decirles el horario, identificar a los participantes y explicar el motivo de esta actividad, cuando el contingente llegó a la frontera y tenía que marchar por el noroeste del país, donde prácticamente tuvieron que pedir permiso a los narcos para desarrollar en paz, esta actividad cultural que involucra a pueblos indígenas desde Alaska hasta la Patagonia.

Pero el desdén y la ignominia hacia los pueblos originarios binacionales no sólo ha ocurrido desde la llegada de la nueva administración estadunidense.

A pesar de que Sonora es el estado donde comenzó la implementación del Plan de Justicia para los Pueblos Indígenas, este programa del gobierno federal excluyó a los tohono o’odham, sin considerar que las autoridades tradicionales de la gente del desierto les han solicitado a las autoridades ser considerados como beneficiarios.