Con 500 años de historia, la tradición del carnaval de esta comunidad guanajuatense se ha vuelto sorprendente y violenta
Agencia Excélsior/CELAYA.
Es una fiesta peculiar, sorprendente y violenta. Única en México. Las fiestas de carnaval celebrando a San Juanito en el poblado guanajuatense de San Juan de la Vega tienen como atractivo popular el estallido de explosivos con base en sustancias que sirven como fertilizante, a partir del poderoso golpe de un pesado marro.
Y no es una fiesta para todos. El ruido es ensordecedor y la bruma que desprenden los estallidos irrita los ojos e impide respirar. La gente, aunque muy amable, se torna eufórica dada la adrenalina que provoca el tronar de los mazos. Este año, lamentablemente, las autoridades registraron 58 heridos, algunos de gravedad.
En algunas ocasiones, los estruendos de las detonaciones se mimetizan con los disparos de armas de alto calibre que portan los sicarios del Cártel de Santa Rosa de Lima.
Pero en la fiesta no todo es felicidad. Toda vez que hay gente que llega a perder extremidades o a cargar con marcas que quedan de por vida. Algunos pierden dedos de sus manos o las manos completas. Hay quien ha dañado sus propios ojos y muchos padres de familia entrenan a sus hijos para que, desde niños, truenen el explosivo.
Así, puede verse a niños pequeños, incluso niñas, golpear con un marro metálico el polvo en bolsas de plástico de clorato de potasio con azufre, provocando una explosión. Muchos no llevan guantes, máscaras ni protectores auditivos.
Y es que, aunque este 2025 la tradición del carnaval cumple 500 años, la idea de tronar explosivos es relativamente nueva y no tiene más de dos décadas.
José Centeno, uno de los principales organizadores de la festividad, lamenta que la tradición se haya torcido.
La tradición es la valiosa, no el desmadre. Los cohetones es vandalismo. Eso no era así. Son 500 años de tradición y no de despapaye”, condenó el ejidatario.
El estruendo de las explosiones es capaz de romper ventanas y dejar sordo a quien se encuentre cerca. Incluso, algunos vecinos las aseguran con cartón y cinta aislante, para que no se rompan. Otros, deciden colocar mantas en donde piden a la gente no detonar los explosivos, toda vez que en la casa viven ancianos o bebés.
San Juan de la Vega está fuertemente custodiado por elementos de seguridad de los tres órdenes de gobierno, y también existe una fuerte presencia de elementos de Protección Civil, Cruz Roja y Bomberos.
Y, dada la naturaleza del evento, el turismo que llega a este punto de Celaya es limitado; así que sólo arriban aventureros, buscadores de emociones fuertes.