La UNAM invita a reflexionar desde la literatura sobre el desarraigo, el despojo y la nostalgia en la Fiesta del Libro y Rosa 2025
Agencia Excélsior
En el planeta existen 280 millones de migrantes, el 4 por ciento de la población. “Siempre hemos sido emigrantes, movernos es natural para nuestra especie. El problema es cuando la migración es forzada, no deseada”, comentó ayer la escritora Mónica Lavín.
Durante la conferencia magistral, El exilio de ida y vuelta, que abrió la Fiesta del Libro y la Rosa 2025 en el Centro Cultural Universitario, la novelista y cuentista agregó que “vivimos en tiempos de migración, ya sea libre o forzada, por la violencia, la pobreza o la persecución. Pero la mayoría de la población no se está moviendo. El arraigo nos distingue, el echar raíces”.
La hija de emigrados añadió que a los migrantes los une el anhelo y el miedo al futuro, por eso se mueven. “Estas dos fuerzas contradictorias crean la energía y el dinamismo necesario para enfrentar el cambio”.
EL EXILIO, EL EJE TEMÁTICO DEL ENCUENTRO LITERARIO
La narradora Rosa Beltrán, coordinadora de Difusión Cultural de la UNAM, también participó en esta primera mesa del encuentro literario, cuyo eje temático es Exilio, memorias y reencuentros; y que ofrecerá hoy y mañana la oferta librera de 600 sellos editoriales en 125 estands y 300 actividades culturales y artísticas.
Se dice que nunca en la historia de la humanidad tantas personas han vivido fuera de sus países de origen. Este es un dato impresionante. Saber también que después de la pandemia, tan sólo entre el 2019, previo a ésta, y el 2022, un tercio de la población del mundo se movió a un lugar distinto”, detalló.
Y el escritor Jordi Soler, hijo de españoles emigrados a México, quien vive en Barcelona desde hace 20 años, comentó que le impresiona la forma como la gente se va de sus países. “Siria ha desplazado a más de un millón de personas hacia los Balcanes, para después llegar a Europa. La gente viaja con sus casas a cuestas, sus hijos, sus maletas, sus animales.
El migrante del siglo XXI se guía por el GPT para llegar al país indicado; se avisan por WhatsApp dónde se instalan los retenes de la policía. Necesitan celulares, corriente eléctrica. Y la gente de los Balcanes saca extensiones de sus casas hacia el bosque, para que se conecten”, indicó.
Así, con la mirada de tres escritores sobre el exilio y la migración arrancó la Fiesta del Libro y la Rosa, que convocará en mesas de análisis y presentaciones de libros a creadores como Guillermo Arriaga, Gabriela Cabezón, Naief Yehya, Antonio Ortuño, Julieta Fierro, Lydia Cacho, Sandra Lorenzano y Shadi Rohana, entre muchos otros.
La inauguración estuvo a cargo del rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Leonardo Lomelí, quien definió la Fiesta como “un espacio fértil para las palabras, la imaginación, la memoria y el pensamiento compartido”.
Destacó que “el eje temático que nos convoca, Exilio, memorias y reencuentros, emerge desde las entrañas del siglo XX; pero interpela de manera directa y urgente gran cantidad de problemáticas contemporáneas. Nos permite reflexionar sobre el desarraigo, el despojo, la nostalgia, que se convierten en acción colectiva y de la palabra como posibilidad de renovación.
En este sentido, México ha sido un país solidario que abraza a quienes lo necesitan. Y la UNAM, fiel a su compromiso con la justicia y la libertad, ha sido y sigue siendo un puerto seguro para quienes defiendenla ciencia, la poesía, la cultura y la verdad”.
El rector dijo que el encuentro “rememora el pasado para iluminar los desafíos actuales, los exilios impuestos por la violencia, la migración forzada, la pobreza, los conflictos armados, la crisis climática y socioambiental y la desigualdad estructural. Y, para hacerles frente, reivindicamos también los reencuentros con nuestras raíces y diversidad”.
Y elogió el poder de la lectura. “Leer es una práctica de resistencia y una forma de vivir la condición humana con sentido. Es un hábito que nos conecta con las demás personas y con la dimensión histórica. Nos permite imaginar nuevos universos, tender puentes y acompañar lo que no debe olvidarse, porque constituye una forma de conocimiento que no impone, sino que convoca”.
Concluyó que “cuando se rompe algún vínculo, cuando se pierde momentáneamente el sentido de nuestras acciones o cuando el lenguaje se ha roto. En momentos así, el libro se vuelve refugio, un espacio donde pensar lo esencial y lo que nos une”.