El episodio de Pokémon fue retirado y jamás volvió a emitirse tras provocar ataques de epilepsia.
Agencia Excélsior
El 16 de diciembre de 1997, un suceso sin precedentes sacudió a Japón: más de 700 niños fueron hospitalizados en cuestión de horas por síntomas similares —ardor en los ojos, náuseas, convulsiones y pérdida de conciencia—.
La causa, tan inverosímil como real, fue un episodio de la popular serie animada Pokémon. En cuestión de minutos, hospitales en ciudades como Tokio, Osaka, Nagoya y Sapporo se vieron desbordados. Lo que parecía un brote viral terminó siendo uno de los episodios más controvertidos de la historia de la televisión.
La escena que lo cambió todo
El episodio número 38 de Pokémon, titulado Electric Soldier Porygon (Soldado Eléctrico Porygon), se transmitía esa tarde por TV Tokio.
A mitad del capítulo, una explosión provocada por Pikachu generó una secuencia de luces intermitentes en tonos rojos y azules. Esa combinación, repetida en 54 cuadros durante cinco segundos, fue suficiente para desencadenar ataques de epilepsia en cientos de niños que lo miraban en tiempo real.
Los informes médicos que comenzaron a llegar a los hospitales eran alarmantes. Cientos de menores presentaban síntomas compatibles con una forma rara de epilepsia conocida como epilepsia fotosensible. Esta condición afecta a un pequeño porcentaje de personas con epilepsia —alrededor del 3%— y se caracteriza por crisis provocadas por estímulos visuales, como destellos rápidos o patrones geométricos.
De fenómeno animado a crisis nacional
Pokémon era entonces una novedad con un éxito masivo. Basada en los videojuegos creados por Satoshi Tajiri y desarrollados por Game Freak, la serie comenzó a emitirse en Japón el 1° de abril de 1997. Su trama, protagonizada por el joven Ash Ketchum y su inseparable Pikachu, ya había capturado la atención de millones de niños.
El día del incidente, la popularidad de Pokémon jugó en su contra. La sincronización horaria de la transmisión hizo que miles de menores en todo el país vieran el episodio al mismo tiempo. La coincidencia entre los síntomas y el horario fue el punto de partida para una investigación sanitaria que escaló rápidamente a nivel estatal.
Una segunda ola provocada por los noticieros
La noche del 16 de diciembre, la mayoría de los noticieros decidió emitir el fragmento del episodio como parte de su cobertura informativa. Sin prever las consecuencias, muchas cadenas repitieron la escena exacta de la explosión. El resultado: una segunda oleada de casos, provocada por la exposición indirecta a la misma secuencia de luces. Las cifras oficiales pasaron de 687 pacientes a más de 700 en menos de seis horas.
Ante la magnitud del problema, Hiroshi Uramoto, portavoz de TV Tokio, anunció que la serie quedaba suspendida temporalmente hasta que se llevara a cabo una investigación. El entonces primer ministro japonés Ryutaro Hashimoto declaró que el Estado asumiría la supervisión del caso. La noticia tuvo un impacto global: las acciones de Nintendo, propietaria de la franquicia, cayeron un 1.5% en las bolsas de Osaka y Tokio.
Qué reveló la ciencia
La investigación concluyó que los ataques se debieron a un efecto visual conocido como “flicker vertiginoso”, producido por la sucesión de imágenes de alto contraste a alta velocidad. La escena en cuestión alternaba luces rojas y azules a razón de 12 Hz, una frecuencia crítica para desencadenar convulsiones en personas susceptibles.
Un estudio publicado tiempo después en la revista Science Daily explicó que estos patrones aceleran los impulsos eléctricos neuronales, alterando la actividad normal del cerebro. En personas con epilepsia fotosensible, esto puede inducir crisis de distintos niveles de gravedad, desde pérdida de conciencia hasta espasmos severos.
El episodio fue retirado inmediatamente de circulación y jamás volvió a emitirse. Hoy solo es accesible en versiones editadas, con la velocidad reducida para minimizar riesgos.
El episodio que nunca cruzó fronteras
El capítulo 38 de Pokémon ya había sido doblado al inglés, al francés y al español, listo para su emisión en Estados Unidos y Europa. Sin embargo, las autoridades de países como Estados Unidos, Francia y Reino Unido prohibieron su difusión, basándose en las recomendaciones de expertos en neurología y salud pública.
A pesar de este golpe, la serie sobrevivió. Pokémon siguió produciéndose y expandiéndose globalmente, convirtiéndose en una de las franquicias mediáticas más exitosas de todos los tiempos, con más de veinte temporadas, películas, merchandising y videojuegos que siguen vigentes hasta hoy.
Un antes y después para la animación televisiva
Como medida preventiva, TV Tokio incluyó a partir de entonces un mensaje al inicio de cada episodio: “Cuando veas anime en televisión, no veas en la oscuridad y mantente alejado de la pantalla”. Esta advertencia se volvió estándar en muchas otras producciones animadas.
Además, la industria adoptó normas más estrictas sobre la frecuencia y el brillo de las animaciones, especialmente en escenas con efectos de luz. En Japón, se estableció un protocolo para revisar la seguridad visual de cada episodio antes de su emisión, un cambio que sigue vigente.
El legado de un episodio silenciado
Aunque Electric Soldier Porygon fue eliminado del canon televisivo, su impacto perdura. Es un caso de estudio en universidades de comunicación, medicina y cultura popular. También obligó a repensar el poder de la imagen en movimiento y la responsabilidad ética de quienes la producen.
El incidente puso sobre la mesa preguntas urgentes: ¿qué límites debe tener el entretenimiento visual? ¿Hasta qué punto las plataformas deben anticiparse a los efectos de sus contenidos? Si bien la ciencia explicó el fenómeno, fue la reacción institucional y social la que terminó transformando las reglas de juego.
A más de 25 años del episodio, Pokémon sigue siendo sinónimo de éxito global. Pero también nos recuerda que, detrás de la animación y la fantasía, hay decisiones estéticas y técnicas con consecuencias reales. Electric Soldier Porygon es, en ese sentido, una advertencia silenciosa sobre los riesgos del parpadeo en exceso y el poder involuntario de una pantalla.