Esta columna reflexiona sobre el futuro de temas como comercio exterior, seguridad, economía y tecnología, en el marco de la cumbre del G7.
Agencia Excélsior
Claudia Sheinbaum asistirá a la cumbre del G7, que se celebrará del 15 al 17 de junio en Kananaskis, Canadá. Su participación marca un cambio importante en la política exterior mexicana, dejando atrás el ausentismo del gobierno anterior.
A pocos días de asumir la presidencia, Sheinbaum participó brevemente en el G20. Ahora, con su invitación al G7 por parte del primer ministro de Canadá, Mark Carney, México se integra a los espacios donde se negocia la agenda global.
El G7 reúne a las mayores economías occidentales para debatir sobre comercio, seguridad y tecnología. México debe tener un objetivo claro: ofrecer respuestas firmes, diferenciadas y coherentes a cada uno de los retos que hoy definen la relación con Estados Unidos y el resto del mundo. Ello se vuelve especialmente urgente tras las recientes protestas en Los Ángeles, que reflejan el grado de tensión social que generan las políticas migratorias.
En el tema migratorio, hay que diferenciar. Por un lado, es necesario avanzar en mecanismos legales que reconozcan la contribución económica de los migrantes y establecer acuerdos bilaterales que den respuesta a las necesidades reales de crecimiento económico en ambos países. Por otra parte, reafirmar la condena a la violencia y la necesaria persecución de los actos delictivos y de quienes los cometen, así como el imprescindible combate a las bandas que trafican con las personas. La migración ordenada, segura y regular es el camino de una solución integral.
En materia de seguridad, la presencia de Sheinbaum debe servir para reafirmar el compromiso con el combate al crimen organizado desde una lógica moderna: inteligencia, cooperación internacional y control institucional del territorio. Uno de los ejes de la Estrategia Nacional de Seguridad ha sido precisamente el uso de inteligencia para desarticular redes delictivas, y el G7 ofrece una oportunidad para fortalecer ese enfoque con el respaldo de aliados estratégicos.
El comercio exterior, por su parte, atraviesa por un momento de incertidumbre. Como hemos planteado, los aranceles han dejado de ser un instrumento técnico para convertirse en una herramienta de presión geopolítica. Estados Unidos ha impuesto medidas unilaterales incluso dentro del marco del T-MEC, afectando sectores clave como el acero y el aluminio. En este escenario, México debe actuar con cautela, pero con firmeza: defender el libre comercio, insistir en el respeto a las reglas pactadas y fortalecer su papel como engranaje clave de las cadenas de suministro norteamericanas, así como evitar ser puente de prácticas de comercio desleales.
México puede aprovechar el G7 para atraer inversión. Es clave enviar mensajes claros, un compromiso ineludible con la estabilidad jurídica, apertura de mercados y el impulso a sectores estratégicos como manufactura avanzada, energía y tecnología. El crecimiento futuro debe basarse en la economía real, en la desregulación, la inversión y en un entorno favorable para las empresas.
México tiene hoy la oportunidad de alinearse con una visión moderna del desarrollo que ya empujan otras economías del G7: menos deuda, más inversión, más colaboración público-privada. Como parte de América del Norte, nuestro país tiene ventajas que muchos buscan: cercanía con el mercado más grande del mundo, fuerza laboral y tratados comerciales preferenciales. Pero para aprovecharlas, debe garantizar condiciones estables y confiables.
El empresariado mexicano ya trabaja para fortalecer la posición del país. En organismos como Coparmex, ya hemos iniciado un camino proactivo para fortalecer el papel de México en la región. La reciente gira empresarial a Washington y los encuentros con actores clave en el Congreso y el sector privado estadounidense reflejan una visión moderna de diplomacia económica. Este esfuerzo debe articularse con el trabajo del gobierno, porque la voz de México en el mundo se construye mejor cuando el Estado y la iniciativa privada trabajan con objetivos comunes.
El G7 reúne a las mayores economías occidentales para debatir sobre comercio, seguridad y tecnología. México debe tener un objetivo claro: ofrecer respuestas firmes, diferenciadas y coherentes a cada uno de los retos que hoy definen la relación con Estados Unidos y el resto del mundo. Ello se vuelve especialmente urgente tras las recientes protestas en Los Ángeles, que reflejan el grado de tensión social que generan las políticas migratorias.
En el tema migratorio, hay que diferenciar. Por un lado, es necesario avanzar en mecanismos legales que reconozcan la contribución económica de los migrantes y establecer acuerdos bilaterales que den respuesta a las necesidades reales de crecimiento económico en ambos países. Por otra parte, reafirmar la condena a la violencia y la necesaria persecución de los actos delictivos y de quienes los cometen, así como el imprescindible combate a las bandas que trafican con las personas. La migración ordenada, segura y regular es el camino de una solución integral.
En materia de seguridad, la presencia de Sheinbaum debe servir para reafirmar el compromiso con el combate al crimen organizado desde una lógica moderna: inteligencia, cooperación internacional y control institucional del territorio. Uno de los ejes de la Estrategia Nacional de Seguridad ha sido precisamente el uso de inteligencia para desarticular redes delictivas, y el G7 ofrece una oportunidad para fortalecer ese enfoque con el respaldo de aliados estratégicos.
El comercio exterior, por su parte, atraviesa por un momento de incertidumbre. Como hemos planteado, los aranceles han dejado de ser un instrumento técnico para convertirse en una herramienta de presión geopolítica. Estados Unidos ha impuesto medidas unilaterales incluso dentro del marco del T-MEC, afectando sectores clave como el acero y el aluminio. En este escenario, México debe actuar con cautela, pero con firmeza: defender el libre comercio, insistir en el respeto a las reglas pactadas y fortalecer su papel como engranaje clave de las cadenas de suministro norteamericanas, así como evitar ser puente de prácticas de comercio desleales.
México puede aprovechar el G7 para atraer inversión. Es clave enviar mensajes claros, un compromiso ineludible con la estabilidad jurídica, apertura de mercados y el impulso a sectores estratégicos como manufactura avanzada, energía y tecnología. El crecimiento futuro debe basarse en la economía real, en la desregulación, la inversión y en un entorno favorable para las empresas.
México tiene hoy la oportunidad de alinearse con una visión moderna del desarrollo que ya empujan otras economías del G7: menos deuda, más inversión, más colaboración público-privada. Como parte de América del Norte, nuestro país tiene ventajas que muchos buscan: cercanía con el mercado más grande del mundo, fuerza laboral y tratados comerciales preferenciales. Pero para aprovecharlas, debe garantizar condiciones estables y confiables.
El empresariado mexicano ya trabaja para fortalecer la posición del país. En organismos como Coparmex, ya hemos iniciado un camino proactivo para fortalecer el papel de México en la región. La reciente gira empresarial a Washington y los encuentros con actores clave en el Congreso y el sector privado estadounidense reflejan una visión moderna de diplomacia económica. Este esfuerzo debe articularse con el trabajo del gobierno, porque la voz de México en el mundo se construye mejor cuando el Estado y la iniciativa privada trabajan con objetivos comunes.