Héctor Estrada
Las multitudinarias caravanas migrantes y la militarización de la frontera entre Chiapas y Guatemala también han robustecido una actividad ilegal que, pese a las constantes tragedias protagonizadas, crece sin detenerse, dejando cuantiosos ingresos para bandas perfectamente organizadas que han hecho de la desesperación humana un negocio de más de 600 millones de dólares al año: el tráfico de migrantes.
Apenas este martes un nuevo accidente en la autopista Ocozocoautla – Las Choapas dejó como saldo más de 18 migrantes ilegales seriamente lesionados después de que el camión de redilas que los transportaba ocultos volcara al intentar escapar de la Guardia Nacional. Sin embrago, los percances de este tipo de han vuelto más recurrentes que de costumbre.
La tragedia más aparatosa ocurrió en diciembre pasado en la carretera Chiapa de Corzo – Tuxtla Gutiérrez, dejando 54 personas muertas, en una escena de dolor que mostró la consecuencia más trágica de un fenómeno en aumento; pero también de un tráfico ilegal más grande de lo que aparenta, que atraviesa retenes sin problemas y mantiene en el anonimato impune a sus verdaderos líderes.
De acuerdo a datos estimados por la Unidad de Política Migratoria, Registro e Identidad de Personas de la Secretaría de Gobernación (Segob), tan solo en 2019 las ganancias de los traficantes de migrantes en el país ascendieron a 615 millones de dólares aproximadamente. Se trata de bandas perfectamente organizadas, principalmente en estados de transición migratoria como Chiapas, ligadas en muchos de los casos a grupos del crimen organizado.
Se han convertido con los últimos años en una veta cada vez más redituable en la frontera sur del país debido al endurecimiento de las políticas migratorias. Para tener una idea del jugoso negocio, según la misma Segob, de 2019 a la fecha al menos 7 de cada 10 migrantes provenientes de Guatemala, Honduras y El Salvador que cruzaron México hacia EU de manera irregular utilizaron algún guía o “coyote”, con un pago promedio de 4 mil 559 dólares, lo que implica que la mayoría de los cruces están subordinados a una red de tráfico.
De acuerdo a autoridades del Instituto Nacional de Migración, las rutas para atravesar Chiapas se han diversificado, dividiéndose principalmente en cuatro: la más conocida que es a través de los municipios en el trazo de la carretera panamericana; la marítima que los lleva por la costa del Pacífico hacia pequeños puertos pesqueros de Tonalá, Arriaga o Oaxaca; la que atraviesa la sierra y el recorrido de las presas; y una de nuevo auge por la zona indígena de la entidad.
Son redes aparentemente “invisibles”, que tienen conexiones de Chiapas a estados como Puebla, Veracruz y Estado de México como puntos intermedios hacia los municipios fronterizos de Baja California Norte, Sonora, Chihuahua y Tamaulipas, principalmente. No son los choferes de las unidades quienes cobran las cuotas a los migrantes; el negocio está controlado por bandas, generalmente ligadas a grupos del narcotráfico. Los choferes, que generalmente son los detenidos o huyen de las zonas de tragedia, son simples empleados en la cadena de transportación.
El tráfico de personas transcurre de manera silenciosa, con muy poca investigación de inteligencia policial para desarticular las redes o detener a las verdaderas cabecillas, y que sólo se hace visible cuando las tragedias llegan. Hoy, lamentablemente, lucrar con la necesidad humana se ha vuelto un negocio cada vez más redituable en estados como Chiapas donde la migración crece sin detenerse y las políticas migratorias están rebasadas a puertas cerradas… así las cosas.