domingo, noviembre 24, 2024

Basílica de la Sagrada Familia, la fuerza de un ideal

Tras 140 años de construcción, se planea que el templo icónico de Barcelona quede listo en 2026; los arquitectos Bohigas y Adriá reflexionan sobre este proyecto “épico y trágico”.

Agencia Excélsior

La Basílica de la Sagrada Familia de Barcelona (España), diseñada y construida en su primera etapa por el famoso arquitecto Antoni Gaudí (1852-1926), ha entrado en la última fase de su edificación y se planea que quede lista en 2026, coincidiendo con el centenario luctuoso del proyectista.

A 140 años de la colocación de su primera piedra, en 1882, y tras sortear movimientos sociales, actos vandálicos, la quema de planos y fotografías, la destrucción de sus maquetas, la constante falta de recursos económicos y fuertes críticas por mezclar estilos de diversos arquitectos y escultores, este símbolo de la capital catalana se convertirá en la iglesia católica más alta del mundo cuando se termine la Torre de Jesucristo, con sus 172 metros de altura.

Xavier Martínez, director general de la Junta Constructora, y Jordi Faulí, el arquitecto a cargo desde 2012, han informado lo anterior y ven grandes posibilidades de que en cuatro años concluya esta iniciativa titánica, pues ya se han recuperado los ingresos por visitas que cayeron debido a la pandemia.

Martínez adelantó que la Sagrada Familia cerrará 2022 con 3.4 millones de visitantes, un 7.2 por ciento más que en 2019, con lo que esperan ingresar 87 millones de euros.

El pasado 16 de diciembre, se detalla en el portal de la Sagrada Familia, se iluminaron por primera vez las terminales de las torres de los evangelistas San Lucas y San Marcos, festejando su culminación, ambas coronadas por sus respectivos símbolos: el buey y el león.

Junto con la torre de la Virgen María, inaugurada en 2021, quedan concluidas tres de las seis torres centrales. A finales del 2023, prevemos terminar las torres de San Mateo y San Juan, lo que nos permitiría inaugurar todo el conjunto de los Evangelistas”, indica Esteve Camps, presidente delegado de la Junta.

Es una propuesta alucinante de un arquitecto tremendamente creativo, que propuso un templo que rindiera al mismo tiempo tributo a los valores de la cristiandad y fuera una gran celebración”, comenta en entrevista el arquitecto catalán Miquel Adriá.

A lo largo del tiempo ha habido altos y bajos y momentos creativos. Gaudí trabajando a pie de obra, con artesanos que le entendían muy bien, logró una simbiosis extraordinaria sin diferencias entre la arquitectura y la escultura, entre lo ornamental y lo estructural”, agrega el proyectista que vive en México.

Guste o no, el trabajo de Gaudí siempre ha sido respetado, era un visionario. No así la discusión abierta durante años de qué hacer con la Sagrada Familia. En los 60 hubo un movimiento fuerte en el que firmamos una queja para que dejaran la obra como estaba.

Pero su construcción continuó. Y creo que ahora ya es necesario terminarla. Ojalá los gobiernos locales y los bancos pongan el dinero que hace falta para lograr esto”, señala.

Adriá se refiere a una carta enviada en 1965 al periódico La Vanguardia por un grupo de arquitectos, incluido Le Corbusier y Oriol Bohigas, futuro diseñador de la Villa Olímpica de Barcelona, proponiendo que se dejara la obra como estaba, porque no existían “justificaciones sociales ni urbanísticas ni pastorales para terminarla”.

Hijo de Oriol, Josep Bohigas destaca, en entrevista por separado, que, “a pesar de las múltiples interpretaciones, ya es una cosa imparable. Lo que mi padre en su momento intentó y no consiguió, que era detener la construcción, es una discusión que ya no tiene sentido. La obra se va a terminar.

Hay una parte épica, que es la construcción de una catedral a estas alturas, con todo lo que cuesta. Y otra trágica, porque cada vez más se demuestra que ya no es obra de Gaudí, sino una amalgama de varios creadores y técnicos que han moldeado a su gusto y a su intención lo que sería esa primera idea de Gaudí.

Es una maravilla porque ves crecer a través de los años una cosa complicada, compleja, arriesgada; pero es trágico porque no queda nada del sentido original, ni artístico ni espiritual”, asegura.

El también arquitecto admite que la basílica causa controversias y devoluciones. “Pero cuando la gente entra, queda impresionada. Todos los que intervienen quedan absolutamente obnubilados con el esfuerzo que hay detrás, por su magnitud y complejidad”.

Bohigas lamenta que un templo expiatorio, “que se estaba edificando con limosnas”, hoy se construye con las aportaciones del turismo. “A Barcelona hay que cambiarle el nombre y ponerle Gaudinona, porque la ciudad se ha vendido al turismo de una manera trágica y cada vez hay más lugares a los que los barceloneses no vamos nunca”.

Está convencido de que los catalanes han sobrepasado el momento de criticar a la Basílica. “Ya está todo en un estado superior. La suma de episodios y de interpretaciones dan de sí y tal vez, en algunos siglos, esa amalgama no les parecerá tan disonante como quizá hoy nos pueda parecer.

Creo que, cuando esto acabe, sería interesante estudiar qué le pasa a la gente que entra a trabajar al templo. Algunos que estaban en contra, terminan creyendo que hablan con Gaudí. Sienten que están tocados por Dios. Acaban abducidos. Es difícil de criticar. Ya es algo más allá de Gaudí”, concluye.

Los avances durante 2023 serán fundamentales para materializar este anhelo sostenido durante casi siglo y medio.