La autora publica su más reciente antología en ‘Páginas de Espuma’; es un libro totalmente urbano
Agencia Excélsior
Seis paisajes caóticos que emergen de una fisura es lo que presenta la antología Una grieta en la noche, de la escritora Laura Baeza (Campeche, 1988), a partir de los cuales explora conceptos como el amor, la familia, la ciudad y el sincretismo.
Es un libro totalmente urbano en el que las seis historias se desarrollan en la ciudad, en su epicentro, aunque también existen algunos tintes de periferia”, dice a
Excélsior la joven escritora que ha ganado los premios Nacional de Cuento Breve Julio Torri y Nacional de Narrativa Gerardo Cornejo.
Uno puede pensar en esa grieta que vemos en la pared, en esa estructura rígida, y de repente puede haber algo ahí, quizá es algo que ilumina o que te da miedo; una pared rota puede significar cualquier cosa, por ejemplo, algo que se desploma, y por eso desde el principio pensé en ese título”, apunta la también autora de Ensayo de orquesta y Época de cerezos.
¿Por qué algunos de los cuentos están más cerca de lo tenebroso o de lo metafísico?, se le cuestiona a Baeza. “Los personajes están en busca de comprensión, aunque siento que van más allá de la fe. Por ejemplo, en uno hablo de brujería y sincretismo que conocemos los mexicanos, y a ellos eso los mueve como la inquietud por comprenderse, por no ajustarse a un canon de ‘ésta es la creencia’.
Por ejemplo, en el cuento Veintidós días en la vida hay una presencia que hace un guiño al terror oriental, a ese miedo que se pone encima de tus hombros, aunque también se convierte en metáfora de la soledad, de la incertidumbre y de un miedo que nos puede visitar por las noches”, abunda.
Sin embargo, aclara que esa parte tenebrosa más bien se vincula con la soledad.
En estos tiempos estamos rodeados de millones de personas, pero seguimos viviendo en esa soledad aparente. Siento que el libro es también una ciudad poblada por fantasmas, porque habitamos un montón de ruinas sobre antiguos palacios que también fueron una civilización, y es como si al final todos conviviéramos, así que estamos solos, pero a la vez no”.
¿Qué le interesa capturar en esta serie de relatos? “Me gusta el concepto de flaneur –que en mujeres es flâneuse– porque es como yo me asumo y eso es lo que busco en los libros que leo, cómo esos personajes se relacionan con la ciudad.
Lo que me interesa es la experiencia de ser una caminante en la ciudad y apropiarme de los espacios. Eso es lo que hacen mis personajes”, tal como sucede en la prosa de Enrique Vila-Matas, Roberto Bolaño y Guadalupe Nettel”, explica.
¿Se concentra en una literatura de la ciudad, pero alejada de la épica? “Lo que más me interesa es poner el ojo en lo que aparentemente puede ser minúsculo, porque en esa parte también hay historias interesantes.
En este caso, todos mis personajes están buscando algo y también tienen su propio camino del héroe, aunque no se traten los grandes temas de la literatura, como el amor, la venganza, la muerte, aunque es cierto que siempre estará en todas partes”.
¿Pero también le interesa observar los vértices de la violencia? “La violencia es lo que respiramos todos los días. A veces me han preguntado si intento visibilizarla, pero creo que en el contexto mexicano es algo que no se puede visibilizar porque ya es lo más visible, así que no me interesa la violencia del narco, sino todo lo que subyace”.