El escritor, historiador y académico Adolfo Gilly realizó un trabajo exhaustivo de la revolución mexicana y el cardenismo original
Agencia Excélsior
Falleció ayer a los 94 años el historiador, escritor y académico Adolfo Gilly (1928-2023), autor de La revolución interrumpida, libro que ha marcado a generaciones de jóvenes e investigadores y que lo ha ubicado como un clásico de nuestro tiempo. Además, ha sido reconocido por el rescate que hizo de Felipe Ángeles y por su labor como intelectual de izquierda comprometido con la historia y las causas sociales.
Nacido en 1928, en Buenos Aires, con el nombre de Adolfo Atilio Malvagni Gilly, se naturalizó mexicano en 1982 y es autor de libros como Historia a contrapelo, Estrella y espiral, Felipe Ángeles, el estratega y Cada quien morirá por su lado. Una historia militar de la Decena Trágica, entre otros, que muestran su exhaustivo trabajo y reflexión sobre la Revolución Mexicana y el cardenismo original.
Desde 1979 fue profesor en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y académico e investigador de las universidades de Chicago, Stanford y Yale, entre otras. Su deceso fue confirmado la noche de ayer por la UNAM, donde trabajó cerca de 30 años, y el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM).
En entrevista con Excélsior, el historiador Felipe Ávila definió a Adolfo Gilly como “uno de los mejores ejemplos de lo que es un intelectual de izquierda comprometido con la historia, con las causas sociales, con las luchas populares y con la verdad, un intelectual de los que ya casi no existen. Él es de una generación de militantes, con una sólida formación teórica y una amplia experiencia política, quien participó en distintos de los más importantes movimientos sociales y políticos latinoamericanos de la segunda mitad del siglo XX”.
Y agregó: “Fue un personaje solidario y generoso, con quien trabajé como ayudante de investigación, quien llegó a México y permaneció como preso político en Lecumberri, a finales de los años 60, pero que decidió quedarse aquí, porque se identificó con este pueblo y, a pesar de ser extranjero, conoció como pocos
la historia de México”.
Ávila también destacó que Gilly “fue clave para tener una nueva interpretación de la Revolución Mexicana, una visión mucho más fresca y comprensiva de lo que fue ese movimiento social, como se puede apreciar en La revolución interrumpida, un clásico que ha sido leído por generaciones de mexicanos de los últimos 60 años”.
Además, reconoció su compromiso con la izquierda crítica, sin dejar de estar al pendiente del conocimiento que se producía en el terreno de la teoría, la política, la sociología, la filosofía y la economía, adquiriendo una visión global que le permitió analizar y estudiar la realidad mexicana, latinoamericana y mundial.
BOTAS Y CANANAS
Por su parte, el filósofo y sociólogo Armando Bartra lamentó el deceso de Gilly y elogió su memoria y su habilidad para conectar momentos de la historia.
Conocí a Adolfo de cerca, nos tratamos, tuvimos viajes y luego nos distanciamos. A Adolfo lo conocí por La revolución interrumpida, que me pareció una mirada fresca, novedosa y política de la Revolución Mexicana.
Entonces supe que no era un historiador convencional ni un académico, sino un hombre que interpretaba políticamente un proceso histórico, quien se ponía las botas, las cananas, que montaba el caballo de Pancho Villa y pensaba en la Revolución como algo que estaba sucediendo, como una coyuntura, con la correlación de fuerzas que había que enfrentar, es decir, una interpretación muy política”, recordó.
Y añadió: “Ese libro que escribió desde la cárcel, (La revolución interrumpida), valoraba positivamente el cardenismo histórico, y esto lo vinculó después a
Cuauhtémoc Cárdenas e impulsó la posibilidad de recuperar el viejo cardenismo, donde se interrumpió la Revolución”.
Finalmente, destacó la recuperación que hizo de Felipe Ángeles y la reflexión teórica, con los grandes temas del siglo XX.
Mientras tanto, en redes sociales, el historiador Enrique Krauze destacó que “fue un militante revolucionario que desconfió de la ortodoxia, escribió obras de historia perdurables, transitó hacia la democracia. Un alma noble y coherente”.