La narradora y poeta evocó a sus ancestros migrantes y a las mujeres víctimas de feminicidio, como su hermana Liliana.
Agencia Excélsior
Empiezo a hablar del presente con una historia muy vieja, tal vez porque el pasado nunca se va del todo… Yo he iniciado hoy con una historia de ancestros, porque creo que también he escrito para vengar a los míos y las mías, para traerlos a colación a un medio que, una y otra vez, ha tratado de relegarlos al olvido o al estereotipo”. Así comenzó la escritora Cristina Rivera Garza su discurso de ingreso a El Colegio Nacional, titulado Escribir con el presente: archivos, fronteras y cuerpos.
En la ceremonia, la noche del viernes pasado, la autora de Nadie me verá llorar (1999) y Los muertos indóciles. Necroescritura y desapropiación (2013) sostuvo que escribir sobre el pasado no es una nueva idea y la han experimentado otros autores con gran acierto y valentía, “complicando las historias oficiales donde los migrantes y las mujeres brillan por su ausencia o son reducidos con frecuencia a caricaturas de sí mismos”.
La novelista y poeta se refirió a sus ancestros, a sus abuelos que pertenecieron a una comunidad indígena del altiplano potosino y que migraron a Coahuila en la primera mitad del siglo XX, detalló El Colegio Nacional en un comunicado.
Sabían lo que era el hambre, la oscuridad de los tajos, el peligro del derrumbe. La inminencia de la asfixia. Los nombres de esa pareja de migrantes, que ahora podríamos denominar como refugiados climáticos, eran José María Rivera Doñez y María Asunción Vásques, mis abuelos paternos”, explicó.
La primera mujer escritora en ingresar a este organismo colegiado destacó que su tarea como escritora en estos y otros materiales es “explorar y desbrozar, subvertir y complicar esas narrativas que se presentan como cosa dada o como condición de existencia. Pero esto no es algo que se logra aisladamente”.
Expuso que la imaginación no es un atributo de la ficción. “La imaginación juega un papel fundamental… Toda escritura es escritura de la imaginación. Se trata, por supuesto, de una imaginación acuerpada que nace, se complica o desfallece gracias a, o en contra de, los mismos vectores de poder que estructuran nuestras vidas.
¿Es posible, desde el siglo XXI, dar cuenta cabal de esa realidad que incluye el drama del territorio y el drama de la migración?, se preguntó la también ensayista. Y recordó que este tipo de cuestionamientos la han atareado y puesto simultáneamente en alerta por años enteros, agregó
La narradora señaló que “escribir sobre y contra la violencia nunca es fácil, especialmente cuando las narrativas hegemónicas, en este caso las patriarcales, han probado una y otra vez su eficacia para generar y luego justificar las agresiones mismas”.
Aseguró que escribir es una práctica fundamentalmente crítica. “No creo en una literatura autónoma, en su propia torre de marfil, y sí en escrituras capaces de producir presente y, aún más, con el presente”, concluyó.
En su respuesta, el colegiado Juan Villoro aseguró que, en su travesía literaria, Rivera Garza ha decidido seguir huellas, rastros, signos que podían perderse en el olvido y el desierto. “Nada estimula tanto su escritura como la ausencia, lo que no está ahí, los movimientos de quienes buscan algo que no han visto ni conocen”.