domingo, noviembre 24, 2024

Bordado, una voz ancestral; Claudia pasó de las burlas a los elogios

Estuvo detrás de la confección del vestido que portó la presidenta Claudia Sheinbaum en su toma de protesta; renunció a la administración de empresas para ser artesana

Agencia Excélsior

Hasta hace poco, Claudia Vásquez Aquino solía ser objeto de burlas por lo que ahora es valorada y la hace sentir orgullosa. En sus primeros trabajos, como recién graduada de administración de empresas, su propio jefe al verla llegar, le “hacía bromitas” por ser del Istmo de Tehuantepec, refiriéndose como: “ya llegó la del cerro” o “la del rancho”. Ella confiesa que la hacía “sentir de la fregada”. Sin embargo, cuando renunció a esos puestos de oficina para dedicarse a su verdadera pasión, ser bordadora, como lo hicieron sus ancestras, las críticas empeoraron. Le preguntaban si no le daba vergüenza vender en un tianguis, y la cuestionaban por haber ido a la universidad si iba a terminar como artesana.

“Murmuraban: ‘mira a la licenciada, está vendiendo en un tianguis’. ‘Mira a la licenciada, está bordando’, a mí no me avergüenza bordar, ¿sabes? Porque me encanta bordar”, dijo orgullosa Claudia Vásquez.

La artesana invitó a esta reportera y al camarógrafo Armando Cedillo a su casa en la zona conurbada de Oaxaca, capital, o a la que Clau se refiere como “su cuevita”. Su sala y su comedor ahora se han transformado en su taller de costura, llamado Lari guié, que en zapoteco istmeño significa “tela o lienzo bordado”. Ahí sentada frente a sus bastidores e hilos contó cómo fue su historia antes de saltar a la fama internacional, gracias al vestido color marfil que usó Claudia Sheinbaum, en su toma de protesta, al convertirse en la primera presidenta de México.

La vida de la artesana cambió ese 1 de octubre cuando Sheinbaum caminó hacia la Cámara de Diputados con el vestido, sobre el cual, Clau Vásquez bordó un total de 140 crisantemos, margaritas, tulipanes y flores de campo.

Estas flores, que adornaban los puños y costados, son representativas de Santa María Xadani, el municipio oaxaqueño donde Clau nació. “Quería mostrarle a la Presidenta cómo es mi pueblo”, afirmó.

Para Clau Vásquez, ser originaria de Oaxaca, dejó de ser objeto de burla y se convirtió en motivo de orgullo. Su trabajo como artesana y bordadora fue reconocido, y su nombre ya no era invisible, como se lo hicieron sentir cuando montó su primera estantería llena de huipiles bajo una sombrilla de jardín en un tianguis.

El 1 de octubre, Clau recibió llamadas y mensajes de compatriotas oaxaqueños que admiraron su trabajo y escucharon su nombre en países como Canadá y Estados Unidos. Uno de sus mejores amigos la llamó desde el extranjero para decirle lo feliz y orgulloso que estaba de ella.

“Hasta aquí en Canadá vi tu cara, manita”, decía su amigo. “Manita” es una expresión que se usa comúnmente en su región entre amistades, explicó Clau.

Nació en 1983 y desde que tenía un año, la vida la desafió, pero asegura que jamás permitió que la limitara.

Su madre, Carmelita Aquino, quien hizo favor de atender una llamada para contar este episodio en la infancia de  de Claudia, recuerda la tristeza que sintió cuando su hija de sólo un año comenzó a perder peso y fuerza muscular de manera inexplicable.

Claudia no pudo caminar hasta los cinco años, a pesar de haber sido llevada con varios doctores en Juchitán. Sin diagnóstico, doña Carmelita buscó ayuda espiritual, llevándola a curanderos y encomendándola a la Virgen de la Soledad.

Su mamá puso a la venta el terreno donde vivían, pues los recursos ya se habían acabado y tenía que seguir viajando a Juchitán para que los médicos siguieran explorando el origen de la enfermedad de su hija y lograran darle una cura. Por fortuna, el abuelo materno de Clau dio el dinero para que no se deshiciera de su “casita”.

Entre todos los médicos que atendieron a Clau, ni uno solo pudo diagnosticarla. Los años pasaban y ella seguía sin poder caminar.

Sin embargo, doña Carmelita jamás perdió la esperanza, estaba convencida de que su hija un día se levantaría de la silla, en donde la mantenía sentada, y se uniría a jugar y a correr en el campo con sus otros hermanitos.

Sin diagnóstico, con la sospecha de un embrujo, doña Carmelita aceptó llevar a Claudia con los curanderos de un templo en Juchitán, para que comenzaran a sobarle las piernas y fue a la Iglesia, llamada Santa Cruz, primer viernes de cuaresma para encomendarla a la Virgen de la Soledad.

El bordado siempre estuvo presente en la vida de Claudia. Su madre, en agradecimiento a la Virgen, bordó un manto como promesa tras el milagro de ver a su hija caminar. Este oficio, tan arraigado en su comunidad, también se convirtió en el medio a través del cual Clau encontró su voz, aunque no fue un camino fácil.

Así que el cariño que Claudia siente por la técnica del bordado, sobre todo el de “agujita” con la que tejió el vestido de Sheinbaum, es por partida doble, por el milagro y por el arraigo en su comunidad.

Una vez que Clau renunció a las oficinas, dejó sus credenciales, aventó los zapatos y volvió a las sandalias y cambió los monitores por bastidores de bordar comenzaron a llegar más desafíos. Notó que ya no se burlaban de ella por su origen, ahora simplemente había dejado de tener voz.

“Hasta hace poco las artesanas no teníamos voz. Parecía que nos hacían un favor al comprar nuestros textiles. Las veces que iba yo a meter mi solicitud con los gobiernos estatales y municipales para participar en alguna expoventa era rechazada completamente”, contó.

Durante muchos años fue rechazada. Hasta 2023 fue cuando aceptaron su solicitud para participar en una Feria del Zócalo de la Ciudad de México. El lugar que le asignaron no había sido el mejor, pero esta vez la suerte sí estuvo de su lado y la reivindicó. Hasta ese rincón que le tocó, llegó gente del equipo de Claudia Sheinbaum, quien en ese momento era todavía aspirante a la precandidatura.

Claudia Vásquez mostró sus piezas y poco tiempo después de la Feria del Zócalo fue citada para vender unas sudaderas bordadas. Hasta ahí, la artesana se enteró de que Sheinbaum era su clienta.

Sin siquiera imaginar el hilo de oro que la uniría con Sheinbaum, al siguiente mes de que ganó las elecciones el 2 de junio, la artesana volvió a ser contactada por el equipo de Presidencia para proponer bordar el vestido elegido para tomar protesta.

Como la vida le ha enseñado a Claudia Vásquez a no tener miedo ante los retos, presión y hasta la adversidad, aceptó al instante.

Por paquetería, con remitente del equipo de Presidencia, recibió los cortes de tela de algodón color marfil con los que se confeccionaría el vestido. A Clau le tomó tres días concluir el bordado sobre la tela del vestido y dedicó el último día a hacer el planchado del hilo.

La artesana se mantuvo en la expectativa de si realmente su bordado es el que aparecería en cadena nacional y tuvo la certeza hasta que vio por televisión llegar a Sheinbaum a la Cámara de Diputados. En el fondo, tenía la incertidumbre de si su bordado sería el elegido.

El 1 de octubre, mientras veía la transmisión en vivo desde su casa, Claudia, vestida de gala con un huipil, lloró de emoción al ver su trabajo representando a las artesanas zapotecas. Desde entonces, su agenda está llena hasta 2025, con decenas de personas solicitando réplicas del vestido marfil.

De golpe, Clau Vásquez cumplió un montón de sueños que tenía desde que era una niña de 10 años, cuando decidió ser artesana y diseñadora de modas. Para llegar ahí, primero tuvo que escapar del destino que le esperaba en ese entonces, a las jóvenes de su comunidad, que era casarse y tener hijos y luego, para ir a la universidad, tuvo que estudiar la licenciatura de administración de empresas en el Tecnológico de Comitancillo, pues era la única universidad por la que pudo optar, al estar cerca de su comunidad. No había los suficientes recursos para ir a la capital de Oaxaca a estudiar.

A Clau, todavía le faltan tres sueños a corto plazo por cumplir, primero poder conocer en persona a Claudia Sheinbaum y entregarle una chamarra bordada e inspirada en su perrita llamada Cuatro; segundo, estrenar su pasaporte para ir a París —capital mundial de la moda— a enseñar sus diseños y tercero, viajar a Colombia, para explorar su inmensa variedad telas e hilos y agradecer a todos los colombianos que le han escrito para felicitarla.